En primer lugar, es preciso ser conscientes de que nos enfrentamos a una crisis más profunda, compleja y duradera de lo que el discurso político, económico y de los medios de comunicación nos permite vislumbrar: Nos enfrentamos a una crisis de civilización, de la civilización industrial. No es una crisis pasajera más del capitalismo. En los próximos años vamos a ir de crisis en crisis y tendremos que aprender a gestionarlas bien y anticiparnos si no queremos que la sociedad quede muy dañada y con ella las bases de nuestra convivencia. Necesitamos tener una comprensión adecuada de la crisis para poder enfrentarnos a ella actuando sobre sus verdaderas causas.
En segundo lugar, Necesitamos tener una visión del futuro al que nos queremos dirigir, a un futuro posible, a nuestro alcance. Necesitamos una utopía que guíe nuestros pasos, que nos permita andar con paso firme, tomar las decisiones que resuelvan las urgencias de hoy poniendo los cimientos del mañana. Esa utopía será la guía que nos permitirá empezar, ya, sin pérdida de tiempo, la gran transición hacia la sociedad del futuro que necesariamente deberá ser sostenible simultáneamente desde el punto de vista económico, social, político y ambiental.
En tercer lugar, el cambio de civilización sólo puede ir de abajo a arriba, de la sociedad al gobierno, y no al revés. La transición hacia una nueva civilización ya ha empezado, ya podemos reconocer sus semillas y sus brotes verdes. Pero siendo esto verdad, es necesario que nos demos cuenta de la importancia de que desde el parlamento y desde el gobierno de Andalucía se apoye esta transición. Necesitamos que desde el parlamento andaluz y desde el gobierno de Andalucía se impulse esta transición, se facilite la tarea de los pioneros que están hoy construyendo la civilización del mañana.
Partiendo de esta estructura me propongo fundamentar una estrategia para Andalucía que me propongo someter a debate, publicándolo en tres partes.
PARTE 1: Nos enfrentamos a una crisis de civilización
¿Por qué podemos hablar de que nos enfrentamos a una crisis de civilización? ¿Qué evidencias tenemos de ello?Nos enfrentamos a una crisis de origen financiero derivada de las dinámicas especulativas en las que ha entrado la última fase del capitalismo, y que ha arrastrado y provocado la crisis de la economía real, de las empresas, por falta de financiación para sus actividades.
Los bancos iniciaron la crisis. Esto es algo que están empeñados en hacer olvidar (basta escuchar al inefable Botín), tanto ellos como los gobiernos y los medios de comunicación. Quieren hacernos creer que el origen de la crisis está en la sociedad, declarada culpable de vivir por encima de sus posibilidades, de tener un mercado de trabajo demasiado rígido, de tener una función pública derrochadora, un exceso de empleados públicos, una seguridad social insostenible, una mala gestión de los servicios de salud, educación, etc. ¿Tan poca memoria tenemos? Este disparate, esta interpretación disparatada de la crisis están logrando que sea aceptada sumisamente por millones de ciudadanos y ciudadanas que aceptan las duras medidas que están tomando (congelación de pensiones, recortes salariales y de derechos sociales y laborales) como la solución a nuestros problemas.
Esta crisis de actividad económica se ve reforzada y alimentada por una crisis de recursos energéticos y materiales. Nuestra economía industrial, capitalista o comunista, descansa sobre la hipótesis del crecimiento indefinido de la producción y tiende a la deslocalización de la producción buscando las ventajas comparativas de una mano de obra barata y sin derechos. Ambas tendencias, actuando simultáneamente, conllevan un incremento constante del consumo de energía, fundamentalmente derivadas del carbón, el petróleo, el gas y el uranio, tanto en la fabricación como en la distribución de los bienes producidos. Consumimos productos que vienen cada vez de más lejos, ensamblados en China y el sureste asiático en general, convertido en la fábrica del mundo. Y ese contínuo trasiego de contenedores, de bodegas de avión, de camiones y ferrocarriles es posible porque estamos consumiendo en muy poco tiempo (apenas tres siglos) las reservas energéticas acumuladas durante millones de años. El carbón, el petróleo y el gas que ha subvencionado la civilización industrial y ha permitido la enorme prosperidad de nuestras sociedades del norte están iniciando ya definitivamente su declive. También escasea el agua dulce, las materias primas estratégicas y se atisba escasez de alimentos, si para compensar la pérdida de petróleo se sigue incrementando la producción de biocombustibles en terrenos antes dedicados a la alimentación humana. De hecho ya hemos tenido ataques especulativos sobre el precio del petróleo y de los alimentos basados en la evidencia de su escasez futura. Ha empezado la cuenta atrás del agotamiento de nuestra base energética y material de la sociedad industrial. Ha empezado una época de creciente escasez. La oferta de energía convencional ya empieza a ser inferior a la demanda y con ello el incremento de los precios será imparable. Y con una energía cara, todo el entramado de la economía mundial se va a resentir. La crisis económica no ha hecho más que empezar, aunque no queramos ni oir, ni hablar de ello, si no cambiamos de vía.
Esta crisis de la economía real ha provocado a su vez una crisis social cuya peor expresión en Andalucía es el paro masivo. Paro que afecta a uno de cada tres andaluces y, lo que es peor, a uno de cada dos jóvenes. Y la OIT no parece encontrar solución pues ya anuncia que la de los jóvenes es la generación perdida. ¿Cómo se puede dar por perdida a una generación? ¿y cómo es posible que esta generación no se rebele? Pero esta crisis social lleva años manifestándose a nivel mundial a través de un incremento imparable de la desigualdad provocada por la dinámica del capitalismo internacional. Cuando viajo a Marruecos, Argentina o Uruguay para trabajar en proyectos de cooperación y les hablo de nuestra crisis siempre me dicen lo mismo, nosotros siempre vivimos en crisis. Y en cierta medida, la crisis social derivada de la crisis de la deuda externa, que golpeó a estos países en los años ochenta, tiene mucho en común con nuestra crisis de la deuda pública. Y las políticas que nos están aplicando, guiadas por el FMI, el BCE y la Unión Europea son similares a las que aplicaron a estos países: privatizaciones de empresas y servicios públicos (educación, salud, agua, energía, transporte,…) y recortes de políticas públicas (vivienda, educación, salud, protección social). Políticas que contribuyeron a empobrecer a estos países provocando un gran sufrimiento social, un incremento de la pobreza, un retroceso de una década en su desarrollo económico y social. Insisto, son las mismas políticas que nos están aplicando a nosotros ahora y que nos pueden hacer perder una década, retroceder más de una década en derechos sociales y económicos. Las consecuencias de esa crisis social se manifiestan de forma dramática en el hambre persistente para más de mil millones de seres humanos y en los movimientos migratorios desde el corazón de África hasta Europa, desde el sur hasta el Norte de América, buscando mejores condiciones de vida, con miles de vidas perdidas en el cruce del Estrecho y del Río Grande.
A esta crisis social se le añade una crisis ambiental, de la que ante la gravedad de la crisis económica y social no queremos oir hablar, aunque sea imposible encontrar una solución a ambas sin afrontar esta crisis que puede agravar aún más la situación. La crisis ambiental se manifiesta a través del cambio climático, la pérdida de un 40% de la biodiversidad y la superación ya hoy, en un 30%, de la capacidad de recuperación del planeta. El cambio climático nos afecta directamente en nuestra economía y lo va a hacer aún más, luego no es algo cuya solución podamos dejar para mañana. Nuestro clima se ha vuelto más seco, llueve menos, las sequías son y van a ser cada vez más frecuentes. Y nuestra principal fuente de riqueza es la agricultura, crecientemente dependiente del agua de regadío. Y está afectando a nuestras dehesas, una de nuestras principales fuentes de riqueza y ejemplo de explotación sostenible, amenazadas por la enfermedad de la seca. Además el cambio climático sabemos que está provocando el deshielo de los polos y con ello la subida del nivel del mar, lo cual afecta a nuestro turismo de sol y playa. Está claro que es un problema que nos afecta. Ciertamente no es un problema que estemos provocando sólo nosotros, pero tenemos que hacer nuestros deberes para poder exigir a los demás que hagan los suyos.
Pero hay una dimensión de la crisis particularmente preocupante. Todo lo anterior sólo se puede solucionar con una gran visión política y con políticas ambiciosas a la altura de los retos. Y frente a ello constatamos en cambio la crisis de la política para hacer frente a la situación. Crisis originada por la incapacidad demostrada por los partidos políticos tradicionales para prevenir, diagnosticar y actuar contra la crisis económica y financiera. Porque están aplicando políticas que son manifiestamente injustas, pues hacen pagar sus consecuencias sobre los trabajadores, los parados y los pensionistas y además son erróneas, sus soluciones no hacen más que agravar la crisis. Y esto ha lanzado a la ciudadanía a las calles y plazas el 15M y nos ha llevado a gritar que no, que no, que no nos representan, y que no hay pan, pa tanto chorizo. Y pese a ello nos siguen representando, por acción o por omisión, seguimos atrapados en el círculo vicioso formado por PSOE y PP, al tiempo que estos partidos representan los intereses de los bancos y las grandes empresas. El gobierno del PSOE no representó los intereses de los trabajadores pero tampoco lo hace el del PP. Ambos impulsaron reformas laborales en lugar de impulsar reformas financieras en serio, no la que ahora plantea el PP. Y ni uno ni otro representan los intereses de los autónomos y las pequeñas y medianas empresas. El sometimiento de la democracia ante los mercados financieros y su miedo a los ciudadanos, fue expresado en la conjura del PP y PSOE para evitar referéndum ante una reforma constitucional en España que nos ha ido impuesta y para evitar a toda costa que Grecia sometiera a Referéndum las nuevas medidas de ajuste que les imponen los bancos y, en su nombre,la Unión Europea.
Los ciudadanos nos hemos movilizado en las calles y plazas, hemos vuelto a hablar de política, pero aún no hemos sido capaces de transformar esto en un cambio del escenario político. Unos piensan que la situación no tiene reforma posible y que ante ello es mejor abstenerse de participar y esperar a que se den las condiciones para una revolución. Es la lógica de cuanto peor mejor que nosotros no compartimos. Cuanto peor, peor. Si la situación sigue empeorando la salida a la crisis puede no ser democrática, puede ser una vuelta a los totalitarismos fascistas o comunistas. Y eso ya lo conocemos y no lo queremos. Es peor que lo que hay. Otros optan por el voto en blanco o el voto nulo. Son legítimas opciones de protesta pero no generan alternativas, no aportan soluciones. Y perjudican a quiénes las estamos propiciando.
La solución desde nuestro punto de vista pasa por crear alternativas en un formato nuevo, haciendo política de otra forma, horizontal y participativa, tal y como demandamos en las calles y las plazas.
Concluyo esta primera parte señalando que se nos están encendiendo simultáneamente varias luces de alarma, y que todos los factores de la crisis están relacionados entre sí y se alimentan unos a otros para agravar la situación y dificultarnos la salida. Estamos ante un círculo vicioso que necesitamos romper.
¿Hacia dónde vamos? Para salir de la crisis necesitamos simultáneamente atender las urgencias del presente y tener una visión del futuro al que nos queremos dirigir.
Los partidos tradicionales, desde los conservadores a los socialdemócratas, carecen de esta visión, están obsesionados con hacer políticas que tranquilicen los mercados. En realidad coinciden con la visión de futuro que nos proponen los mercados que no es otra que desmantelar el estado de bienestar en Europa para incrementar su competitividad acercándonos a las condiciones laborales y de derechos de China, la fábrica del mundo. Las políticas de privatizaciones, recortes políticas sociales, frenazo a las inversiones que estimulan la economía productiva, reformas laborales, recortes salariales y del poder adquisitivo de las pensiones, del número de los empleados públicos, etc., no son casualidad. Están ya prefiguradas en la estrategia de Lisboa y en la mal llamada constitución europea. La crisis ha brindado a los partidos de este arco la oportunidad para aplicar estas políticas que sin crisis no hubieran podido implementar. En España, PP y PSOE, no sólo han tomado este camino conla crisis. Loapoyaron ya cuando apostaron por un proyecto de constitución europea que incluía estas políticas económicas de corte neoliberal en el código genético de la construcción europea, excluyendo la posibilidad de que otras políticas económicas entraran en juego.
Pero esa vía, que por otra parte no concibe otro marco económico que el crecimiento ilimitado como única vía de creación de empleo. Y en el consenso respecto a esto el arco parlamentario llega hasta I.U. Y esta vía es una vía que nos lleva a un callejón sin salida, en un planeta de recursos finitos cuya capacidad de producción y recuperación ya hemos superado en más de un treinta por ciento. Es una utopía imposible, una quimera, que nos lleva a una lucha, violenta, por unos recursos decrecientes.
Necesitamos imaginar el futuro deseable y posible al que queremos dirigirnos. Un futuro que nos permita vivir mejor, alcanzar el buen vivir, de toda nuestra ciudadanía, no sólo andaluza y española, sino mundial. Esa es la función de la verdadera utopía, marcarnos una dirección en el camino, una meta a la que acercarnos. Como dice Eduardo Galeano,
“Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para que sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar.”
Necesitamos a nuestros poetas en estos tiempos de crisis. Me viene a la mente una canción de Silvio Rodríguez que me impresionó en mi adolescencia y que siempre me ha inspirado. Es la fábula de los tres hermanos. No iremos lejos si sólo miramos los obstáculos que surgen ante nuestros pies, si la política es ciega al futuro. Tampoco si sólo miramos hacia el futuro y no atendemos las urgencias del presente. Es preciso atender a las urgencias del presente poniendo los cimientos de nuestro futuro.
Esa utopía deseable y posible, que orienta nuestros pasos, la podríamos expresar como la creación de una civilización capaz de satisfacer las necesidades de toda la población mundial, de forma equitativa, en equilibrio con la naturaleza. Esa será la civilización sostenible, la que permita satisfacer nuestras necesidades presentes sin comprometer la satisfacción de las necesidades de las generaciones futuras.
Para que esto sea así tendremos que cambiar nuestro modelo de producción y consumo para ajustarlo a lo que la naturaleza nos puede dar y absorber. Tenemos que replantear la economía para partir de esta premisa. No podemos extraer más recursos que los que la Tierra es capaz de reponer. No podemos emitir más residuos que los que la naturaleza puede absorber. Aquellos recursos que no son renovables los tenemos que gestionar de manera que nada se pierda, que todo se reutilice, se repare o se recicle. Esto implica un cambio cultural, recuperar la cultura que teníamos antes de la sociedad del despilfarro, de la cultura del envase no retornable. Reutilizar, reparar y reciclar serán actividades económicas en auge. Pero no basta con cambiar de modelo de producción y consumo, tenemos que cambiar de forma de pensar, de cultura, de forma de organizarnos, de forma de actuar. Sólo pensando de forma diferente y actuando de forma diferente podremos avanzar hacia la nueva civilización. Y para hacerlo necesitamos iniciar una gran transición en varios frentes simultáneamente.
Tenemos que iniciar, en primer lugar, una transición del modelo energético, tanto de producción como de consumo. El principal desequilibrio que tenemos hoy en nuestra balanza es el energético por estar nuestra economía basada en energías fósiles. No tenemos en España ni petróleo ni gas, los importamos, nos cuestan más de 50.000 millones de euros al año. Y la factura energética se nos puede disparar. Sin embargo Andalucía es rica en recursos naturales, en sol, viento y mar, fuentes energéticas de la sociedad sostenible. Tenemos ademásla tecnología. Tenemos centros de investigación punteros y casi únicos como la plataforma solar de Tabernas, en Almería. Y tenemos un buen tejido de empresas e incluso empresas punteras en energía termosolar, de escala internacional, que exportan su tecnología a Estados Unidos. Tenemos que invertir en este sector, intensivo en trabajo, que pondrá las bases de nuestra economía futura. Andalucía tiene gran potencial en eólica, solar y biomasa.
En segundo lugar tenemos que afrontar un cambio de modelo territorial y urbano para volver a acoplar la economía a los recursos del territorio. La economía volverá a fundamentarse principalmente en la escala local y regional, primando la cercanía entre producción y consumo. Esto es fundamental en un contexto de carestía energética. No nos vamos a poder permitir seguir fabricando las cosas en China y traer productos agrícolas y ganaderos de América del Sur y de Oceanía. Pero eso es una buena noticia para nuestros agricultores, ganaderos y para nuestra industria. Necesitamos recuperar nuestra industria de transformación. La base económica del futuro se va a apoyar en la riqueza de cada comarca. Tenemos que analizar las potencialidades de cada una de ellas y elaborar planes de desarrollo rural que los ponga en juego. Vamos a hacia una situación en la que cada región, cada comarca, producirá aquello que su territorio le permita producir e intercambiará con las demás aquello en lo que es excedentaria por aquello en lo que es deficitaria. Esto, que es de sentido común, que genera oportunidades de trabajo local, ha sido trastornado por la disponibilidad de energía barata para mover las mercancías entre continentes de modo que pueda ser más barato fabricar un mueble en China y traerlo a España que producirlo en Andalucía. Eso no tiene sentido y por lo tanto no va a durar, no es sostenible.
Pero necesitamos, en tercer lugar, iniciar una transición hacia ciudades más sostenibles. En las tres últimas décadas hemos pasado de tener ciudades relativamente compactas y complejas, en las que las distancias a recorrer para ir de casa al trabajo, alcolegio o a la compra eran relativamente cortas y se podían dominar a pie o en transporte público, a ciudades desparramadas por su periferia, llenas de urbanizaciones, polígonos industriales y centros comerciales que nos obligan a coger el coche continuamente. Eso implica una gran cantidad de tiempo destinado a movernos, a sufrir atascos, y un enorme derroche energético. Este modelo de ciudad es muy vulnerable a un incremento del precio de combustible, además de ser enormemente derrochador de todo tipo de recursos.
Para reducir el consumo de energía y recursos en la ciudad tenemos que actuar equilibrándola, dotándola de servicios de proximidad, de comercios, de talleres, de oficinas, de equipamientos de todo tipo. Esto nos hace ganar en habitabilidad, en calidad de vida urbana y reduce la necesidad de movernos. Por otra parte tenemos que dotarnos de un sistema moderno de transporte público, de carriles bici, de caminos peatonales, que nos permitan prescindir del coche. Y tenemos que rehabilitar todos nuestros edificios para hacerlos más habitables y para mejorar su aislamiento y ahorrar energía. Tenemos que convertir nuestros edificios en minicentrales eléctricas y almacenadores de energía. Y tenemos que transformar nuestros barrios en ecobarrios, relativamente autosuficientes, con una gran diversidad de actividades económicas y de servicios, con calidad en su espacio público, suficientemente arbolados para mejorar su adaptación a las variaciones climáticas estacionales, absorber CO2, reciclar y recuperar. La transformación de nuestrosbarrios esuna inversión generadora de empleo, dinamizadora de la economía y nos permitirá producir y ahorrar energía. Es una inversión retornable, con gran beneficio social, estratégica.
En cuarto lugar tenemos que iniciar una transición hacia una agricultura sostenible, no dependiente de semillas genéticamente modificadas, fertilizantes y pesticidas, de alto consumo de agua y energía. En Andalucía somos ricos también en agricultura y ganadería extensiva, con nuestras dehesas. Somos punteros en agricultura y producción ecológica. En las últimas décadas hemos perdido la mitad de los puestos de trabajo en el sector agrícola. Tenemos la oportunidad de duplicar los puestos de trabajo agrarios con una agricultura y ganadería sostenible, intensiva en mano de obra, con pequeñas y medianas explotaciones de base familiar y cooperativa, complementada con una industria de transformación.
Para hacer posible estas transiciones es preciso financiarlas y para ello es imprescindible realizar una transición económica y financiera, para volver a colocar las finanzas al servicio de la economía y para colocar la economía al servicio dela sociedad. Necesitamos una banca pública y una banca social, reinventar las cooperativas de crédito que permitan que el ahorro de Andalucía, que nuestros planes de pensiones, financien la transición del modelo productivo.
Todas las anteriores transiciones sólo serán posibles con una transformación social, de los valores sociales. Esto implica una nueva base ética y cultural, una nueva forma de pensar y de vivir. En un mundo de creciente escasez sólo hay dos caminos. En uno ya estamos, nos lleva a competir por hacernos por los recursos disponibles. La civilización industrial viene transitando este camino desde sus inicios y quiénes vivimos en el Norte nos hemos apropiado de las riquezas de quiénes viven en el sur y más aún, con las riquezas que necesitarán y no tendrán las generaciones futuras. Nuestra opulencia se ha basado en la miseria de la mayoría de los habitantes de nuestro planeta y en la hipoteca de las generaciones futuras. Frente a ese camino, la transición que queremos se fundamentará en la solidaridad yla cooperación. Sólo una sociedad cooperadora y solidaria tendrá capacidad de impulsar los cambios garantizando que nadie quede excluido, que todos podamos llevar una vida buena.
Y la sociedad ya ha iniciado ese camino. Tenemos asociaciones de voluntariado, de cooperación internacional al desarrollo, cooperativas de producción y consumo, redes de consumo responsable y ecológico, asociaciones culturales, ambientalistas, … La sociedad se ha organizado para reivindicar sus derechos, para plantear alternativas.
No somos suficientemente conscientes de que tenemos una rica iniciativa social trabajando activamente en defensa de los derechos humanos y de los animales, de la igualdad, de la defensa del medio ambiente, de la lucha contra la pobreza y la exclusión social, de la cooperación internacional al desarrollo, de la reforma pedagógica y la innovación educativa, de la promoción de una educación, una investigación y una economía en favor del bien común, de la promoción de la cultura y las actividades artísticas, la conservación viva de nuestras tradiciones. Una iniciativa que defiende nuestros paisajes y nuestro patrimonio, que promueve una cultura de los cuidados, las ciudades en transición, el decrecimiento socialmente sostenible, el comercio justo, los circuitos cortos de comercialización.
Tenemos una sociedad que por todas partes está creando alternativas. Y una sociedad que hace que las cosas funcionen día a día pese los problemas que tenemos por resolver. Es preciso valorar y apoyar a nuestros investigadores y desarrolladores de nuevas tecnologías, a nuestros autónomos y pequeños y medianos empresarios, a nuestros agricultores y ganaderos, a nuestros pescadores, a nuestros productores ecológicos, que son líderes en Europa, a nuestras cooperativas de producción y consumo, a nuestros artesanos y artistas. Tenemos que poner en valor el trabajo de nuestros empleados públicos de salud, educación, bienestar e igualdad social, a quiénes trabajan en la administración pública. Nuestros técnicos y profesionales son imprescindibles para asesorar las iniciativas sociales y la transición hacia una economía sostenible.
No somos suficientemente conscientes de la creatividad y el buen hacer de la sociedad. Estas iniciativas innovadoras y el trabajo cotidiano de todos no ocupan los lugares privilegiados en las noticias. Pero es lo que hace que la sociedad funcione y que estemos construyendo los cimientos una sociedad más humana y más sabia, capaz de resolver la ecuación de que los recursos generosos que nos aporta la Tierra alcancen para satisfacer las necesidades humanas de toda la población de nuestro planeta, sin exclusión y sin acumulaciones escandalosas de riqueza y poder.
Para ello tenemos que conseguir que nuestros ahorros, nuestro sol, nuestra tierra fértil, nuestra riqueza patrimonial y cultural, nosotros mismos, seamos activos puestos en juego para hacer de Andalucía una comunidad próspera, equitativa, en equilibrio con la naturaleza, participativa, solidaria, abierta al mundo. Para que nuestros sueños se hagan realidad, es necesario que nos organicemos y reinventemosla polis. Porque sólo desde la polis podemos organizar las cosas de otro modo. Así lo entendieron los griegos que en Atenas inventaronla democracia. Y nos toca ahora innovar fórmulas, como las que apunta la iniciativa democracia 4.0, que nos permitan construir en Andalucía una de las democracias más avanzadas del mundo. Sólo sintiéndonos todos partícipes de los debates y las decisisiones será posible emprender el cambio de vía.
Estamos asistiendo, vamos a ser protagonistas, del alumbramiento de una nueva civilización. Para ello el papel de la educación es fundamental, la formal, la que se imparte en nuestros centros educativos, y la informal, la de los medios de comunicación y el conjunto de la sociedad. Toda la sociedad es educadora en uno u otro sentido. Necesitamos que nuestra educación se oriente en el sentido de tomar conciencia de la naturaleza de nuestros problemas y de asumir la responsabilidad compartida que todos tenemos para afrontarlos.
Para que todo lo que queremos, la utopía que nos guía, vaya siendo posible, tenemos que ir paso a paso, tomando conciencia de las prioridades, atendiendo a las urgencias del presente mientras caminamos hacia el futuro.
Tenemos dos vías ante nosotros que nos ponen en una encrucijada. La vía neoliberal nos lleva de círculo vicioso en círculo vicioso, de crisis en crisis hacia el desastre, hacia la barbarie. Porque en un planeta finito, hipercompetitivo, en el que todos queremos producir y consumir más sin límites, la única salida es la lucha de todos contra todos por unos recursos crecientemente escasos, con una desigualdad social creciente y continuas crisis ecológicas y ambientales. La respuesta cortoplacista y ciega nos empuja en esa dirección como la única posible y realista. No podemos permitirnos seguir alimentando ese círculo vicioso.
La vía eco-lógica requiere romper el círculo vicioso y convertirlo en virtuoso. Para ello precisamos crear una expresión política que represente a quiénes están creando alternativas, que las estimule y las ayude a crecer. Tenemos que apoyar los proyectos que hoy son minoritarios pero que están construyendo caminos que toda la sociedad podrá transitar. Es una vía que empieza tomando conciencia, como en el cuento, de que la verdad del emperador es una mentira. El emperador está desnudo. Esta vía, como nos señala Morin precisa que se articule en red. Y como nos señaló Ramón Fernández Durán en su testamento político, precisa de que trabajemos simultáneamente desde la iniciativa social y desde las instituciones de representación democrática.
Veo difícil, pero no imposible, que los partidos socialdemócratas hagan un ejercicio interno de autocrítica que les permita alejarse de la vía neoliberal que nos lleva al desastre. Es la tarea de sus bases sociales que tendrán que promover el cambio en sus partidos desde dentro. También la base social de la Izquierda Unida tendrá que realizar un análisis de autocrítica que les permita participar en un proyecto más amplio de cambio de civilización. Tengo un profundo respeto por todo aquél que se toma la polis en serio, desde dentro o desde fuera de un partido político. Esta última fue mi opción en los últimos 25 años. La toma de conciencia de la encrucijada histórica en la que nos encontramos me llevó a plantearme que mi lugar ahora está en intentar apoyar el cambio de civilización desde las instituciones. Ambos frentes de trabajo son necesarios y complementarios. El cambio siempre va de la sociedad haciala polis. Pero es preciso que sea apoyado desdela polis. Ese es mi compromiso actual. Para lo cual he dado el paso de entrar en un proyecto político que me parece necesario, el de Equo, que ha surgido en el momento oportuno y con el discurso oportuno para ser catalizador de esta alternativa. Con una actitud de diálogo y respeto con todos, desde la crítica y la defensa de nuestros planteamientos.
Equo es un partido que refleja muy bien la diversidad de quiénes buscamos alternativas. Es un partido que practica la democracia participativa y que elige a quiénes nos representan con listas abiertas. Nuestra base social ha querido que nuestras candidaturas en Andalucía estén encabezadas por seis mujeres y dos hombres. Y nuestras listas son cremallera. Equo es un partido muy atractivo a los jóvenes y en el que están dando sus primeros pasos en política de partido algunos de nuestros mayores. Es un partido dónde la mujer tiene igualdad real de participación. Es un partido dónde conviven los partidos verdes que en él se han integrado con ex militantes del partido socialista y de IU, entre otras opciones. Dónde se sienten cómodos quiénes se proclaman de la tradición de la izquierda y quiénes pensamos que el cambio de civilización que preconizamos transciende las categorías de derecha y de izquierda tradicionales, que precisa conjugar la conservación yla transformación. Estavía alternativa tiene que construirse con un amplio consenso social, con acercamiento de una gran diversidad de sensibilidades, bajo el denominador de la búsqueda del bien común, del cumplimiento efectivo de los derechos humanos y de los principios suscritos en la Carta dela Tierra. Ese es nuestro compromiso. Me siento muy honrado y orgulloso de haber recibido la confianza de nuestros socios y simpatizantes para encabezar la lista como candidato a la presidencia de la Junta de Andalucía. Y en su nombre voy a pediros vuestro apoyo para que la vía alternativa que preconizamos empiece a ser impulsada desde el parlamento andaluz.
Esteban de Manuel
Candidato por EQUO al Parlamento Andaluz en las elecciones del 25M de 2012
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